EDITORIAL
“PLURALISMO Y PRENSA”
por Francisco Igartua
Oiga 3 de octubre de 1975
En estos momentos, cuando en las conversaciones sobre asuntos
internacionales bailotea a flor de labios la palabra pluralismo, no está demás
divagar en torno a un tema que hoy lleva hasta a los comunistas italianos y
españoles con cierta música francesa de acompañamiento a disentir públicamente
de los planteamientos soviéticos sobre libertad de opinión y de oposición
partidaria. Sea por razones de táctica electoral en esas áreas o por más
acertada interpretación del marxismo, sea por convencimiento personal de sus
líderes o por lo que fuere; lo cierto es que estos partidos comunistas de
Italia y España han expresado en Roma –urbi et orbi- su condena a la política
de Alvaro Cunhal en Portugal y su adhesión a un socialismo pluripartidista y
con libertad de prensa. Justamente los dos puntos de disentimiento entre
comunistas y socialistas que mantienen a Portugal en una crisis generalizada y
galopante; y puntos sobre los que el comunismo francés ha expresado opinión no
del todo ortodoxa.
¿Por qué a la conveniencia del pluralismo ideológico y
partidario planteamiento que viene desde antiguo en Carrillo y Berlinger, se
añade ahora -y con énfasis- la necesidad de una auténtica libertad de prensa
para ingresar por camino correcto al socialismo? ¿Es Pose generada por el
escandaloso caso del diario "La República" de Lisboa o reconocimiento
-¡al fin!- de que libertad es derecho a la duda, al libre examen y a la libre
creación, Que libertad es poder disentir sin temor y sin sagradas escrituras
que limiten el vuelo del pensamiento y, por lo tanto, que libertad es negación
de la censura? Quien sabe sea correcto pensar esto último, creer que los
comunistas italianos y españoles -en algo acompañados por los franceses- han
llegado al convencimiento de que para el real ejercicio de la libertad es
indispensable la libertad de prensa: el derecho de agrupaciones e individuos a
expresar responsablemente bajo firma e identidad de la editora su pensamiento
crítico, creador o de respaldo. Que han llegado a comprender que sin
exteriorización pública de opiniones y críticas serán vanos los juramentos de
libertad que se hagan. Ya que sin esa materialización de las ideas, en negro
sobre blanco, no hay libertad tangible. Sería como navegar en una atmósfera de
éter, ajena al hombre.
Se dirá que la libertad de prensa de la que hablamos está
basada en la vieja libertad burguesa, y que no se ajusta a la hora histórica
que vivimos. Es la opinión de muchos, de los que no creen que el ejercicio de
la libertad, en su esencia, es inherente
al ejercicio de la inteligencia, a la condición humana. O sea derecho a dudar,
a juzgar por cuenta propia, a explicamos la vida y el mundo sin libros sacros,
sin censura. Es la opinión de los que no advierten que lo que cambia con la
circunstancia histórica no es el concepto de libertad, como ejercicio natural
del ser humano racional, sino la manera de usarla y las costumbres y
ordenamientos legales que la limitan, casi siempre irracionalmente y por
motivos religiosos o políticos de moda.
Repasemos, pues, el modo de ejercitarla actualmente y las
variaciones que se pueden presentar en ese ejercicio, así romo los posibles
cambios en las costumbres y leyes sobre la prensa, ya que, como hemos: dicho,
la libertad se ha materializado, principalmente, hasta hoy desde la invención
de la imprenta, en la difusión de ideas por medio de periódicos y libros.
Sin mucho esfuerzo por querer ser objetivos, hallaremos que
en nuestros días hay tres tipos de periodismo: la prensa de opinión unánime,
propia de los estados ideocráticos; la prensa con libertad vigilada, censurada
y casi prisionera; y la prensa teóricamente libre.
La primera propia de la Unión Soviética y de los países bajo
su influencia, nada tiene que ver con los conceptos de libertad y censura, Ahí
la prensa, como todos los medios de comunicación, cumple una función política y
pedagógica, de acuerdo a la ideología del sistema, ideología sacralizada hasta
tal punto que a nadie le está permitido emitir una sola palabra de crítica
sobre ella ni sobre los supremos sacerdotes que la administran.
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